Nunca, como hasta ahora en nuestra historia reciente, habíamos experimentado una situación tal que nos hiciese concebirnos como unidad. Extraña oportunidad para entender que la vulnerabilidad es nuestro común denominador y que nuestra humanidad es una sola, frágil, delicada, inerme. Esa fue nuestra sensación al inicio de la pandemia. Con el Covid 19, el ritmo conocido de la vida sufrió una fractura impensada, surreal, inconcebible. Cada uno de nosotros, la Humanidad, debió afrontar sin aviso, sin armas, muchos sin recursos, el confinamiento obligatorio en aras de salvaguardar nuestro bien más preciado, la vida.

Para el grupo del Taller Complementario Trabajo de Campo del Programa Artes Plásticas, las expectativas iniciales del curso auguraban ricas experiencias en la posibilidad del recorrido, del viaje, del acceso a contextos otros en los qué reconocer realidades y entornos ajenos que prometían expandir la mirada y ampliar horizontes de sentido. Sin embargo, y muy pronto al inicio del semestre, el confinamiento se convirtió en la condición general y anhelos y deseos se vieron frustrados por una realidad imposible que tuvimos que asumir pese a nuestra incredulidad.

Así las cosas, la experiencia de campo pasó del objetivo del afuera, de la exterioridad, a una experiencia interior, del encierro, del acercamiento a lo propio que no nos habíamos propuesto convirtiéndose en condición de posibilidad. Cada uno, desde su espacio de recogimiento, desde su estado de cuarentena, se vio forzado a encontrar otras estrategias de observación, otras experiencias, dadas ahora en contextos restringidos: la habitación, la casa, el hogar, la familia. No obstante, cada quién ha logrado agenciar su condición, retar su accionar en pos de movilizar sus estrategias, y los resultados se comparten en esa materialización de resultados, en un trabajo de campo sui generis, que enmarca la limitación espacial como detonante de nuevas preguntas para la creación artística.

Julio César Salazar Zapata
Artista plástico

Notas del curador: